Es viernes 10 de mayo. Son las 11.00 de la mañana.
Yo y mi amiga Emma Claire Davis entramos en el cetro de integración social de la cárcel del Alcalá Meco.
Estoy nervioso, no sé lo que me voy a encontrar ni cómo va a ser la respuesta de los presidiarios que van a atender a la charla.
La psicóloga encargada me acompaña hasta la sala, donde ya había mas de 20 personas esperando.
Me encuentro en el tercer grado de la prisión, donde las personas cumplen sus últimos meses de condena. Hay todo tipo de delitos, desde hurto a asesinato.
Me siento en la silla. Les miro, no digo nada.
Están expectantes, no están acostumbrados al silencio, se miran entre ellos.
Yo suelto en control, me relajo, tengo claro que lo único que puedo hacer por ellos es canalizar la verdad del presente y esperar a que alguien vea algo. La primera palabra que sale de mi boca es:
“Sabéis, es un accidente que vosotros estéis ahí y que yo esté aquí, aquí nadie es culpable de nada”
La psicóloga me mira extrañada.
“La vida nos enseña constantemente, y nos trata de diferentes maneras dependiendo de cómo aprendamos mejor. Y lo que tengo claro, es que los que estamos en esta sala solo aprendemos a hostias”
Se comienza a relajar la sala, ya se estaban riendo.
Prosigo con la enseñanza y comienzo a hablar del malentendido de la mente, de la energía del corazón y del pensamiento, y comienzo a ver personas que entendían de lo que hablaba. En particular un gitano de la fila del fondo del todo, un par de adolescentes marroquíes y un chaval con un ceño fruncido constante. Todos ellos se clavan en la conversación, siguen cada paso de lo que aconsejo.
La charla estaba programada para 40 minutos, pero cuando ya llevaba 2 horas con ellos no se querían ir. Estaban fascinados por algo que no sabían muy bien lo que era: Presencia.
Había mucho silencio en la sala, de repente no había frustración ni ansiedad. Los que quedábamos estábamos teniendo una experiencia de la vida cuando se la deja en paz, una experiencia del instante mismo, sin ninguna otra pretensión.
Me doy cuenta, y lo comparto. Ahora sí estamos preparados para verlo:
“¿Dónde están nuestros problemas ahora?”… No están… los tenemos que pensar para “tenerlos”…
“click”
Y yo me pregunto, si cuando ya lo has perdido todo, a tu familia, tu trabajo, tu reputación, tu dinero, tu libertad… y puedes estar sentado en una silla, experimentando el gozo y la liviandad de un estado mental que siempre esta naturalmente disponible para ti, donde puedes discernir entre lo bello del presente y lo ilusorio de tu mente… entonces yo me pregunto:
¿De qué nos estamos preocupando tanto? ¿Es realmente todo eso que nos preocupa tan importante para nuestro bienestar? ¿Dónde esta la cárcel, dentro o fuera?
Un abrazo.
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