Nuestra sensación de continuidad en nuestra vida, en nuestro día a día, no proviene de los pensamientos, ya que estos son discontinuos, ni de nuestras sensaciones y percepciones, pues estas son intermitentes.
Nuestro sentido de continuidad en la experiencia objetiva de la mente, el cuerpo y el mundo proviene de la Consciencia puesto que es la única experiencia no objetiva que es continua y estable.
Esta sensación de continuidad es como el hilo que une las cuentas de un collar. Las cuentas son diversas, como nuestras percepciones, no obstante, están unidas por el cordel, muchas veces invisible al ojo humano o, lo que es lo mismo, por la única sustancia presente en toda la experiencia: la Consciencia.
Toda experiencia objetiva existe y está sostenida por la experiencia no objetiva de la Consciencia.
Todo este sentido de existencia, de los diversos contenidos objetivos como los pensamientos, las sensaciones y percepciones, son la Consciencia misma, puesto que ninguna experiencia podría darse fuera, aparte ni independientemente de la Consciencia en la que aparecen.
Ninguna película podría proyectarse sin el soporte de una pantalla, del mismo modo que ninguna experiencia podría darse sin el soporte de la Consciencia.
La Consciencia es lo único que es continuo en nuestra experiencia.
Es lo que somos en verdad, por lo que nada puede fragmentarnos ni desligarnos de nuestra única y auténtica realidad.
Asentar en nuestra vida esta comprensión y realización de quien somos en realidad hará tambalearse todos aquellos cimientos formados por condicionamientos basados en creencias que nunca fueron confrontadas ni contrastadas con la realidad de nuestra propia experiencia.
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