Cuando hablamos de despertar, hablamos de destruir, de renunciar a los escenarios que hemos proyectado y que justifican nuestro comportamiento incoherente, poco delicado y rígido.
Pero esos escenarios no los percibimos como malos o dañinos, si así fuera todo sería mas fácil, y renunciaríamos a ellos como el que se quita una astilla del pie. A menudo, las proyecciones mentales nos dan placer, suplen la falta de presencia y gozo en nuestra vida, y no queremos abandonarlas. Somos adictos a ellas.
La guía que el Tantra Shivaita propone es muy simple, te la podría contar un niño de 10 años en 2 minutos: No proyectes, no manipules, no te convenzas. Respira y relájate en tu cuerpo y el mundo sensorial.
Los pensamientos recurrentes sobre las diferentes áreas de nuestra vida, los que llamamos “filosofía de vida”, están ahí para que podamos vivir con nuestra incoherencia. Así se forma un puzzle que nos permite seguir adelante sin cambiar nada. Las áreas de nuestra vida que van bien, las sentimos bien y no nos hace falta pensar sobre ellas, pero para las que van mal, tenemos nuestra manera de ver la vida, que no es mas que una directriz mental que seguimos en lugar del camino marcado por un cuerpo afinado.
Lo sé, es duro aceptar que el camino natural no depende de nosotros, sino que es un flujo que tenemos que aprender a escuchar, y que muchas veces se contradice con lo que nos gustaría que pasara. Es lo que hay :-)
Hay infinitos ejemplos de estas muletas mentales: “La pareja estable no es para mi, yo soy un alma libre”, “el negocio comenzará a ir bien algún día, ahora estoy teniendo mala suerte” “El sexo se arreglará cuando se cumplan las condiciones adecuadas” “mi pareja y yo estamos pasando un mal momento, pero todo cambiará cuando se de cuenta de x” “Mi mujer es demasiado sensible” “Me pierdo a menudo dibujando escenarios ficticios en mi mente pero no pasa nada, puedo pensar en lo que quiera”
Tal es el apego a la mente, que muchas veces confundimos nuestros hábitos mentales con quienes somos, nos hemos recreado tanto en ellos, que soltarlos requiere pasar un duelo, como si nos despidiéramos de una parta de nosotros, de un brazo, o una pierna.
Y es ahí cuando se requiere valentía y fe.
Valentía en actuar en contra de tu placer, en contra de tu miedo mas atávico, y tirarte al vacío sujetándote solo a una sensación que te dice “está bien así, esto no es real"
No somos víctimas de nuestra mente, eso es otra excusa más, nosotros somos dueños de nuestro cuerpo, y decidimos si queremos disfrutar de la energía orgánica de la vida, o regalarla a mundos ficticios mentales.
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